Un nuevo fármaco crítico está al caer, a menos que la agricultura llegue primero

En la intensiva de cuidados intensivos del Centro Médico de la Universidad de Radboud, un extenso hospital del sureste de los Países Bajos, Paul Verweij estaba preocupado. El médico-científico estaba acostumbrado a tratar con pacientes muy enfermos; como catedrático de microbiología médica, su trabajo consistía en identificar los patógenos más graves para poder prescribir los tratamientos adecuados.

Un grupo de pacientes tenía el tipo de enfermedades graves que son frecuentes en una UCI: cánceres de sangre, trastornos inmunitarios, enfermedad pulmonar terminal. Pero además, todos ellos sufrían una invasión de un hongo ambiental de rápido crecimiento y potencialmente mortal. Aspergillus fumigatus. En el pasado, una clase de fármacos llamados azoles había curado de forma fiable Aspergillus, pero estas infecciones fúngicas eran extrañamente resistentes a los fármacos. Cinco de cada seis pacientes morían.

Esas muertes eran trágicas, pero también extrañas. Es habitual que los organismos se vuelvan resistentes a los fármacos que un paciente ha tomado durante mucho tiempo. Pero a estos pacientes no se les habían recetado azoles; el hongo ya era resistente cuando los infectó. En su laboratorio, Verweij pudo ver una explicación: Su Aspergillus tenía mutaciones nuevas, que nunca había visto en décadas como microbiólogo. Con la ayuda del sistema de salud pública holandés, buscó más allá de su propio hospital y descubrió un patrón idéntico en pacientes moribundos de todo el país, un brote no reconocido diseminado por una docena de UCI.

Verweij se dio cuenta de que el origen no podía estar en un solo hospital. Tenía que haber algo fuera del sistema médico, algo presente en toda Holanda y que ejerciera tanta presión mutacional como lo haría un medicamento de venta con receta. Con la ayuda de otros investigadores, lo identificó: una clase de sustancias químicas agrícolas, funcionalmente idénticas a los azoles, que son fundamentales para el cultivo de alimentos y flores. Famosa por sus tulipanes, Holanda es el primer productor mundial de flores. Al proteger sus plantas de las enfermedades, los agricultores holandeses habían puesto en peligro, sin saberlo, la salud de sus vecinos.

“Creamos un nicho”, dice Verweij, “donde pueden surgir estos bichos superresistentes”.

Esa constatación se produjo hace más de una década, un episodio bien conocido en un estrecho sector de la medicina pero del que apenas se ha informado fuera de él. Desde entonces, esa pauta de resistencia se ha extendido a más de 40 países, entre ellos Estados Unidos y el Reino Unido; tres de cada cinco pacientes que contraen una enfermedad resistente a los azoles se encuentran en los Estados Unidos. Aspergillus mueren a causa de ella. Los especialistas en enfermedades y los fitopatólogos esperaban que el desarrollo paralelo de los azoles en medicina y agricultura hubiera sido cosa de una sola vez. Si se vigilaban mutuamente, pensaban, seguramente no volvería a ocurrir.

Pero así ha sido. Los expertos temen ahora que me

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